miércoles, 9 de abril de 2014

bobby cruz

MUSICA Y NOTICIAS DEL MUNDO DE LA SALSA

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6/2/20130 COMENTARIOS

50 Años y "siguen como bestias"




Fuente: Primera Hora, Puerto Rico. Por: Héctor Aponte Alequín

Una pizca de romance y un aluvión de muestras de amistad salpicaron la fórmula de ricura salsera y fe cristiana que suelen ofrecer Richie Ray & Bobby Cruz, durante el concierto Sonido bestial que ofrecieron la noche del sábado en el Coliseo de Puerto Rico, en Hato Rey.

Tras 50 años de carrera artística, las manos de Richie Ray siguen “atacando” el piano con destreza, y la voz de Bobby Cruz mantiene un vibrato más elástico que su rígido cuerpo. Sin embargo, en esta ocasión el vocalista bailó un poquito –algo que no suele hacer–, especialmente cuando se unió a la solista cagüeña Ana Isabelle en el tema Yo sé que te amo.

Durante unos breves instantes, Ana Isabelle y Bobby Cruz pegaron sus cuerpos y dieron rienda suelta a la pasión del bolero, a lo que el público reaccionó con aplausos. Luego, ella reveló un secreto de él: resulta que cumplía 75 años ese día, así que echó mano de su galillo popero para cantarle Feliz cumpleaños mientras movía tímidamente su silueta, ajustada en un vestido de lentejuelas doradas.

Pero la mejor química se dio con Alex D'Castro y Miki Vimari. D'Castro apareció en medio del área de arena durante el número El Yambú y, una vez en tarima, formó una de las más acopladas armonías vocales de la velada con Bobby Cruz. Además, relató sin pujilatos cómo el cantante y el pianista lo condujeron a Cristo, para después sacarle chispa al escenario con Agúzate.

Miki Vimari, por su parte, subió a la tarima en medio de una ovación tras ser sorprendida entre los espectadores por Cindy Cruz, la hija mayor de Bobby. El resultado fue un trío que hizo resonar miles de palmadas en medio del bolero Cuando me digas sí, dejando el escenario atemperado para la nostalgia de Soñando con Puerto Rico en la voz de Chucho Avellanet.

“Gracias por decir una vez más presente. Son 50 años de poder contar con el favor de ustedes”, expresó Bobby Cruz sin quitarse las gafas, luego de propinar masacote con La zafra y Mi mayoral, números con los que empezó el espectáculo a las 9:10 de la noche.


“Lo que comenzó como una aventura de unos chamaquitos, uno de Hormigueros (Bobby) y el otro de Brooklyn, pero boricua de corazón (Richie), hoy lleva medio siglo. Sigue siendo para nosotros una bendición poder tocar y cantar esta música que ustedes hicieron su favorita”, lo secundó su compañero pianista antes de introducir Cristóbal Celay, una letra que alude a la superación del alcoholismo.

Esa línea reflexiva, pero llena de ritmo, continuó de la mano de la exhortación a sus fanáticos a que abrieran sus corazones a Dios, sin que faltaran fugas de cadencia, como la del Jala jala.

Una actitud de fe similar asumieron sus cantantes invitados. Por ejemplo, Ismael Miranda ofreció su testimonio cuando llegó a la tarima con Juan en la ciudad acompañado del violinista cubano Alfredo de la Fe. La trova de Victoria Sanabria tampoco estuvo exenta de una probadita de amor a Dios en la Bomba de Navidad que interpretó junto con el dúo.

El concierto contó con más de 20 canciones, un intermedio de 15 minutos y solo dos solos de Richie en el piano. El cierre llegó cerca de la medianoche, pero la energía del Sonido bestial daba a entender que no hay fin para el sabor cocolo y el fervor cristiano de Richie Ray & Bobby Cruz.


Reciben doctorado

Richie Ray & Bobby Cruz se convirtieron en doctores en artes musicales justo antes de subir al escenario cuando recibieron un doctorado honoris causa por parte de la Universidad del Turabo (UT).

"Estamos muy agradecidos. Es importante para nosotros. Hemos tenido la dicha de que nos funcionó lo que nos gusta, pero en el camino nos dimos cuenta de que había cosas más importantes. Queremos que la gente vea que es posible disfrutar de la salsa y tener una vida constructiva", expresó Richie Ray en una breve conferencia de prensa antes del concierto.

José F. Méndez, presidente del Sistema Univerditario Ana G. Méndez, al que está adscrito la UT, resaltó la "extraordinaria labor comunitaria y misionera que han venido realizando por años" el músico y el cantante puertorriqueño. El profesor reveló que Richie Ray y Bobby Cruz han aportado a la rehabilitación de miles de jóvenes de la adicción de drogas ilegales, algo que ellos suelen reservarse.

"Dios ha sido tan bueno conmigo como lo ha sido con el Rey David", reaccionó Bobby Cruz. "Ser boricua y ser cristiano es un orgullo", añadió.


El reconocimiento será oficializado el próximo 13 de junio en la graduación de los alumnos de la UT, se anunció. Los artistas también fueron honrados por el alcalde de Hormigueros, Pedro García Figueroa, quien le entregó una proclama al dúo. Bobby Cruz es natural de ese pueblo del Oeste.

Repertorio

La zafra
Mi mayoral
Cristóbal Celai
Señora
Yo sé que te amo, con Ana Isabelle
Juan en la ciudad
La timba
Mira la lluvia caer
Popurrí
Canción nueva
El yambú
Agúzate
Jala jala
El Mesías
Cuando me digas sí
Soñando con Puerto Rico
Bomba de Navidad
Sonido bestial
Mi bandera
A mi manera
Canción de 50 años
13/1/20130 COMENTARIOS

Ya son 50 Años de Sonido Bestial


El próximo 2 de Febrero en Puerto Rico empiezan las celebraciones de los 50 Años artísticos de una de las duplas más importantes en la historia de la Salsa: Richie Ray & Bobby Cruz.

Esperamos que esta celebración se prolongue a otros escenarios e incluso pueda llegar a Perú
30/12/20120 COMENTARIOS

Cerrando el año

Salsa de nivel: Richie Ray & Bobby Cruz con la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico








16/11/20120 COMENTARIOS

La película del Sonido Bestial



Ya se estrenó en Cali la película acerca de Richie Ray & Bobby Cruz. Aquí unos avances de la misma y el artículo del realizador Sandro Romero







Richie y Bobby: un retrato a cinco centímetros
Fuente: Elmalpensante.com Por: Sandro Romero Rey

Tras once años de tumbos y retumbos, Sonido Bestial, el documental sobre Ricardo Ray y Bobby Cruz, será estrenado en noviembre durante el Festival de Cine de Cali. Sandro Romero Rey (codirector de la película junto a Sylvia Vargas) repasa la aventura de este rodaje al lado de los reyes de la salsa.

Hay dos razones por las cuales uno hace un documental: la primera, para contar una historia que uno se sabe de memoria y quiere compartir. La segunda, para tratar de averiguar un secreto. En el caso de Sonido bestial, el largometraje que realizamos con Sylvia Vargas y que por fin verá la luz en el Festival Internacional de Cine de Cali, las razones fueron múltiples pero, de repente, uno no las pone sobre el tapete sino mucho después, quizás once años más tarde, cuando la película ya se encuentra en las latas. Sí. Las latas. Suena un tanto anacrónico que un documental del tercer mundo exista en 35 milímetros pero, cuando empezamos a gestar este proyecto, en el año 2001, el cine se hacía de una manera y la convivencia entre el celuloide y la imagen digital era la de un matrimonio que se miraba aún con desconfianza. Hoy, gracias a las altas definiciones del destino, podemos decir que la imagen proyectada es una sola y ese desprecio entre los formatos cada vez se borra más, hasta el punto de que uno se encuentra, en los créditos de muchas obras audiovisuales realizadas en video, este encabezamiento galante: “Una película de…”.

Sonido bestial, la película, es, a no dudarlo, producto de una pasión. Richie Ray y Bobby Cruz se convirtieron en leyenda en mi ciudad natal, Santiago de Cali, desde que aparecieron por primera vez en una caseta en las ferias navideñas de 1968. El mundo no volvió a ser el mismo y el pedestal fue rápidamente construido. Regresaron un año después y fue más que suficiente. La literatura local los convirtió en mitos incuestionables, gracias a los libros de Umberto Valverde y de Andrés Caicedo. Un afiche callejero suplicaba en la ciudad para que los músicos regresasen a Cali. Pero esto ya no sería posible porque Dios les habló desde 1974, y quienes fuesen los reyes absolutos de la música latina entre 1963 y 1973 terminarían convirtiéndose en pastores de sendas iglesias evangélicas hasta el día de hoy. ¿Qué pasó con ellos? Esa era una de las primeras respuestas que queríamos obtener a través del documental. Pero, ¿por qué a través del cine? ¿Por qué no un simple artículo, una reseña, un pequeño relato, incluso una novela al respecto? La respuesta se encuentra en la curiosidad que genera el poder de las imágenes. Con el rock, la nostalgia de lo que no vivimos nunca ha sido grande. Al contrario, quienes éramos unos niños en l’âge d’or de los Beatles, o en la prehistoria de los eternos Rolling Stones, siempre tendremos una compensación puesto que sus batallas musicales fueron lo suficientemente filmadas y, aún hoy por hoy, siguen apareciendo momentos inéditos, a todas luces fascinantes. Pero con la salsa o, mejor, con la música antillana, el asunto ha sido a otro precio. Y con Richie y Bobby mucho más.

Cuando nos pusimos de acuerdo con Sylvia Vargas para hacer un documental sobre los dos músicos que habían empalagado mi juventud, tenía mucha desconfianza. Porque guardaba quizás el caprichoso prejuicio de que los mitos, para que sean mitos, hay que mantenerlos lejanos. En la época de sus legendarias presentaciones decembrinas, yo era un niño. Y los vine a conocer mucho después, en 1978, gracias a mi madre. Estuvieron en mi casa, fuimos a comer juntos y me parecieron muy amables, pero demasiado celestiales. Estaban rodeados de pastores, había que rezar antes y después de cada acontecimiento, y sus discos, a pesar de que yo seguía comprándolos religiosamente, cada vez me interesaban menos. La noche en que los tuve frente a frente, a mi hermana le dio un ataque de risa, porque en esa época le producían cosquillas las solemnidades y tuvo que salir corriendo. Por mi parte, oí pacientemente la historia de la conversión que Bobby nos contó con lujo de detalles y, al final de la velada (que terminó en desvelada), ambos músicos me firmaron las carátulas de los cincuenta y tantos acetatos que tenía en aquel momento. Uno piensa que unas cuantas dedicatorias son más que suficientes para el archivo de un fanático. Pero no. El fan fatal siempre quiere más, mucho más. En aquel tiempo, Richie y Bobby tocaron sus canciones religiosas en el Gimnasio El Pueblo, con un pésimo sonido, acompañados por la Gran Banda Caleña. Veinticinco años después, Rafael Quintero, el dueño de la desaparecida discoteca Convergencia, me regaló un caset que él mismo había grabado de semejante experiencia. Sí. Los fans de Richie y Bobby, a pesar de la conversión, estuvimos presentes en el evento, escondidos pero activos, porque nunca se sabe lo que pueda pasar.

En 2001, pocos meses antes de la odisea sin espacio de las Torres Gemelas, hicimos maletas para Nueva York: Richie y Bobby aceptaron la idea de que un par de cineastas colombianos se metieran en sus vidas. Nos propusieron empezar filmando el concierto que darían en el Carnegie Hall junto a Papo Lucca. Tengo el 20 de julio metido en mi cabeza, pero no sé si fue la fecha de nuestro viaje o la fecha del concierto. Escribo apoyado en mi mala memoria. Lo que sí recuerdo muy bien es la noche en la que llegamos al sitio de ensayos. Nos recibió un señor mayor, con una chaqueta azul y una gorra de beisbolista. Tardé un buen tiempo antes de darme cuenta de que se trataba del mismísimo Bobby Cruz. Habíamos ido con un camarógrafo norteamericano y capturamos las primeras imágenes. Yo había estado, en el lejano 1978, en un ensayo de Richie y Bobby en Cali, en una iglesia evangélica. Pero ahora el asunto era a otro precio: pasarían casi cinco lustros para que los dos músicos se dieran cuenta de que la salsa y la religión no iban en contravía. Y, mejor aún, que no había necesidad de cambiar “Agúzate” por “Arrepiéntete” para que las canciones cumplieran su misión. En Nueva York, los llamados reyes de la salsa tenían de nuevo en su repertorio “Sonido bestial” y “Gan Gan y Gan Gon”, “La zafra” y “Bomba camará”. Esa noche conocimos a Angie Ray y a Rose Cruz, las esposas de los músicos. Conocimos a Richie Viera, quien fungía por aquel entonces como mánager. Los músicos que los acompañaban, casi todos norteamericanos, eran los mejores exponentes disponibles para el concierto del Carnegie Hall. Esa noche comenzó a gestarse nuestro insomnio cinéfilo.

Al día siguiente, les hicimos extensísimas entrevistas en un hotel cercano al Lincoln Center. Esa noche grabamos como pudimos en el Carnegie Hall, luego de mil tropiezos e impedimentos. Comenzaba, sin que midiéramos las consecuencias, la pesadilla de los derechos de imagen. Para un documentalista del siglo xxi el problema radica, no en cómo se filma, sino en la estrategia para pagar los derechos de cualquier cosa. Y en Estados Unidos y sus satélites todo tiene derechos: el peatón que cruza, las butacas del Carnegie Hall, la marca de una gaseosa que consume un curioso frente a la cámara. Y la música. Sobre todo la música. Algún día habrá que escribir un libro sobre los derechos musicales de Sonido bestial. Pero volvamos a Ricardo Ray y Bobby Cruz, las sagradas razones de estas líneas.

¿Qué fue lo que más me sorprendió de ellos? En primer término, la evidencia de saber que ese par de venerables caballeros eran los mismos que interpretaban las canciones que me sabía de memoria desde la adolescencia. Esas canciones que son himnos en Juanchito y en el barrio Salomia de Cali, en San Nicolás y en Zaperoco, esas mismas canciones habían sido creadas por ese músico gordito, egresado de la Juilliard School de Nueva York, verdadero obrero de la música, que no descansa un segundo y que está siempre de pie en todos los conciertos, listo para echar a rodar el carro de la dicha. Por su parte, Bobby es una mezcla de rigor y de extroversión. De superestrellato y de extraño silencio. A quien lo ve por primera vez, le sorprende el brillo de sus indiscretas pelucas (en todos estos años nunca he visto a Bobby Cruz igual: siempre está mutando físicamente y casi nadie se atrevería a afirmar la contundencia de todos los años que lleva encima). Me atrevería a sospechar que ambos viven sorprendidos del éxito descomunal construido alrededor de su leyenda. Nunca han entendido del todo por qué en un país tan lejano como Colombia, y en una ciudad tan poco caribe como Cali, se pudo haber construido una historia tan grande como la que ellos atesoran. Ambos han leído los libros que les han consagrado y todavía les agradecen a esos “catedráticos” que “saben más de nosotros que nosotros mismos”, como dice Richie en alguno de los momentos del documental.

Tras el impecable concierto del Carnegie Hall (que, como dato curioso, prácticamente desechamos del filme luego de organizar las más de cien horas de material grabado, junto al editor y coproductor Marius Wehrli), nos fuimos para Elizabeth (Nueva Jersey) a un concierto en un pequeño club de la localidad llamado Coco Bongo. Allí nos encontramos a los verdaderos Richie y Bobby. Bestias de la escena, acostumbrados a tocar después de la una de la madrugada, los músicos se entregan al público íntimo que los rodea, un público que casi no baila porque le encanta (nos encanta) ver a Richie en el piano, demostrando que quien les toca no es Stravinsky, y a Bobby sereno, en cámara lenta, tan poco parecido a la euforia de su voz intacta. Ellos son, a no dudarlo, piezas esenciales del museo de la llamada “salsa golda”, como le dicen en Puerto Rico a la salsa brava, a la salsa clásica. Ellos siguen siendo los reyes indiscutibles del género y, según lo confiesa el mismo Bobby Cruz en el documental, ellos fueron incluso los inventores del término “salsa”, aunque algunos especialistas lo pongan en duda. Eso ya no importa. Para nosotros, lo importante fue que en ese verano nació nuestro documental. Ya teníamos el alma, ahora nos faltaba el cuerpo de todo el asunto. Sylvia regresó a Europa y yo regresé a Colombia. Pocos meses después, Richie y su esposa estuvieron en París, atendiendo sus obligaciones religiosas en un templo de la ciudad. Sylvia los siguió con su cámara. Un año después, Richie y Bobby estuvieron en el Estadio El Campín de Bogotá, con camisas fosforescentes y nuevas tinturas en el pelo, acompañados por Pete “el Conde” Rodríguez, Ismael Miranda y un par de músicos más de las llamadas Estrellas de Fania. La evidencia de la pasión por la música de Richie y Bobby me lanzó a un segundo impulso para no dejar morir el proyecto.

Pocos meses después, las dos estrellas celebrarían sus cuarenta años de actividades, con un inmenso concierto en San Juan de Puerto Rico, donde una multinacional de altos quilates iba a registrar el acontecimiento en el que compartirían escenario con Johnny Pacheco, Bobby Valentín, Alex D’Castro, Luisito Marín, Papo Lucca, Nydia Caro y, sobre todo, los músicos originales con los que se gestó el álbum El bestial sonido de... en 1970. Esto es, Charlie “el Pirata” Cotto, “Manolito” González, el gran Mañengue y la mítica Miki Vimari, a quien todos dábamos por muerta. No había que pensarlo dos veces. Hicimos maletas a San Juan de Puerto Rico. Llegamos unos días antes del concierto y, gracias a sus ángeles de la guarda y a la siempre amable colaboración de Richie & Bobby, nos instalamos en los estudios A-tempo, donde se adelantaban los ensayos para el gran concierto que tendría lugar en el coliseo de la ciudad de Bayamón. La posibilidad de filmarlos con calma, sin tensiones, durante todo el proceso de reconstrucción de sus viejas canciones, fue un regalo del cielo (otro regalo fue que la multinacional encargada de filmar el concierto se echó para atrás y los únicos que lograron registrarlo a cuatro cámaras fuimos nosotros). Para completar, una tarde llegamos muy temprano con Marius Wehrli, dispuestos a instalar con tiempo nuestras cámaras en el salón de ensayos. Cuál no sería nuestra sorpresa al encontrarnos a Richie (que no descansa nunca) próximo a comenzar el trabajo con los viejos músicos con los que se inventó el tema “Sonido bestial”. En ese momento Marius, suizo de nacimiento, radicado en Barcelona, entendió a ciencia cierta de dónde venía la pasión por Richie y Bobby. Era demasiado. Estos viejos muchachos felices comenzaron a improvisar la descarga inicial a capela del tema “La zafra” y en el corazón se nos hizo un hueco de alegría. No exagero si digo que tuvimos todo el tiempo nuestras cámaras encendidas con lágrimas en los ojos. Esos ensayos y las dos jornadas (con cuatro horas cada una) de los conciertos celebratorios se convertirían en la base estructural de todo el documental. Lo que pasó durante esas noches ya lo conté en otro artículo publicado en El Malpensante en mayo de 2003 y no pienso repetirlo. Lo que sí quisiera contar es lo que no está en el filme, porque la memoria es rápida y poco a poco se desdibujan las síncopas del pasado.

¿Cómo son ellos en la intimidad?, me preguntan con frecuencia. La verdad, no lo sé. Pero puedo dar algunas pistas: ambos viven en Miami, muy lejos el uno del otro. Richie no tiene hijos y vive en una casa con Angie, puertorriqueña, de estupenda voz, quien a pesar de haber sido cantante de otras músicas terminó haciendo coros para la orquesta de su marido. Ella siempre está al tanto de todo. Si uno quiere saber lo que sucede con Richie, lo mejor es ser un buen amigo de Angie Ray. Con ellos, siempre está la silenciosa Rose Cruz, esposa de Bobby desde el principio de los tiempos. Tienen tres hijos y atraviesan sin problemas los cincuenta años de matrimonio. Sus iglesias (al menos cuando las conocimos) revelan, de alguna manera, las personalidades de ambos. Mientras la de Richie es una casa de campo, sencilla, sin ningún tipo de ostentación, la de Bobby es un inmenso templo, con columnas griegas e interior de discoteca de los años setenta. Mientras Richie canta sus canciones religiosas con una sencillez que aturde, Bobby, elegantísimo, como el Richard Gere del American Gigolo, está al frente de sus oficios evidenciando su presencia con su silencio reverencial. Y la elegancia no la pierde nunca: al día siguiente del segundo concierto en Bayamón, nos fuimos muy temprano con Bobby, en un carro que él mismo consiguió, hasta el pueblo donde había nacido: Hormigueros. Durante las varias horas que duró el viaje, no paró de hablar ante la cámara. Pero solo hablaba de religión. Como un poseído, totalmente convencido de su discurso, habló y habló de parábolas y de designios, de oraciones y de conversiones, hasta el punto de que llegamos a pensar que en cualquier momento iba a salir volando. Para completar el recuerdo, puedo asegurar que, al comenzar el milenio, Bobby tenía una singular Bobby Cruz Collection, con ropa diseñada por él mismo. Bobby no puede vivir sin su propio concepto de la elegancia.

En Hormigueros, conocimos la casa donde nació el joven Roberto Cruz Feliciano, las playas que frecuentaba y, lo mejor, fuimos escoltados por Gan Gan y Gan Gon, sus hermanos gemelos, policías de la localidad. Quienes conocen la legendaria canción: “El viejo cacique / Ya está medio loco/ Nunca sabe si lo hizo Gan Gon / O si lo hizo el otro…”, entenderán que se refiere, por supuesto, a las travesuras que los jovencitos hermanos le hacían al papá de Bobby, quien se llenó de hijos y de leyenda, gracias a las canciones de su primogénito. Ahora bien: comencé estas líneas con la nostalgia de un secreto. Y el secreto, valga la verdad, giraba en torno a encontrar imágenes de los gloriosos años sesenta de Richie y Bobby. En ese momento, nunca aparecieron. No había imágenes de nuestros músicos, a pesar de que escarbamos en los archivos de las iglesias adonde nos mandaron, en las colecciones de sus amigos, en los viejos baúles empolvados de los coleccionistas de Nueva York, Miami, Cali, Barranquilla, San Juan (incluso, sus respectivas apariciones en la película Nuestra cosa latina, de Leon Gast, son fantasmas desincronizados en el laberitno de YouTube). Así que decidimos armar el documental con el alud de imágenes que habíamos registrado. Una primera versión quedó lista con Marius Wehrli en Barcelona y luego vino el calvario de conseguir todos los derechos (tanto los editoriales como los fonográficos) para que la película viera la luz. Resumiendo: nos ganamos un premio de posproducción con Proimágenes Colombia, pero ubicar los dueños reales de las canciones era tan difícil como encontrar el Santo Grial. Por fin, gracias a la cacería de abogados cómplices y de negociaciones que no vienen al caso, Sonido bestial tenía el derecho de ver la luz.

Junto al editor colombo-franco-alemán Etienne Boussac le dimos una última mirada en la sala de montaje, durante un par de meses, para que la película tuviese una versión más ajustada al paso inclemente de los días (el año próximo se celebrarán los cincuenta años de Richie Ray & Bobby Cruz). Y cuando cerrábamos la edición, aparecieron nuevas sorpresas: las imágenes del pasado saltaron por casualidad sin que las estuviéramos buscando y el ritmo de nuestro biopic salsero comenzó, por fin, su viaje hacia los espectadores. ¿Cuáles son esas imágenes? Están en Sonido bestial, the movie.

Un par de anécdotas finales: en agosto de 2012, nos pusimos una cita con Richie y Bobby en un hotel de Cali, aprovechando que venían a Colombia a dar un concierto en Bugalagrande. Necesitábamos la bendición final. Hacía un año no los veía (la última vez fue en un concierto en el Downtown Majestic bogotano, época en que les vi la cara de escepticismo y de que Sonido bestial debería pasar a peor vida). Pero terminar este viaje era un asunto de honor. Nos pusimos la cita. Vimos la peli con ellos y, satisfechos, nos dieron el permiso de acabar sin tropiezos. Respiramos felices. Para terminar había que hacer la corrección de color, la mezcla de sonido en España, las copias en México. Faltaba mucho, pero ya habíamos esperado demasiado. El resto sería leve.

Esa tarde, acompañé a Richie a un barrio popular caleño donde ensayaría con un grupo de jóvenes músicos de la ciudad. Corrí a llamar a mi amigo, el fotógrafo Eduardo “la Rata” Carvajal. “¿Querés tomarle fotos a Richie Ray?”, le dije, sin saludarlo. Eduardo debió pensar que le estaba preguntando si quería ir a conocer a Jesucristo en persona. No tardó ni diez minutos en aparecer. Cuando llegamos al ensayo, mientras Eduardo le hacía cientos de fotos al pianista de nuestros delirios, mientras sonaban nuestros viejos clásicos dirigidos por su propio gestor, no pude evitar una sonrisita de triunfo y de entender, muy para mis adentros, por qué once años de tensiones y de migrañas estaban más que justificados. Entonces recordé los versos: “Se reían del bugalú y mira ahora qué”.
13/11/20120 COMENTARIOS

La ruta del sonido bestial: El paraíso según Richie Ray y Bobby Cruz

Se anuncia para este mes el estreno de un documental sobre Richie Ray y Bobby Cruz. Esta nota del recuerdo, escrita por uno de los realizadores, es la génesis del mismo, nueve años atrás...





Fuente: Elmalpensante.com Por: Sandro Romero Rey (Año 2003)

La ruta del sonido bestial
El paraíso según Ricardo Ray y Bobby Cruz
Sandro Romero Rey

El 1° de febrero de 2003, en el Coliseo Rubén Rodríguez de Bayamón, en Puerto Rico, Richie Ray y Bobby Cruz celebraron los primeros cuarenta años de una de las asociaciones más felices en la historia de la música salsa. Allí estuvo el escritor, dramaturgo y ahora documentalista Sandro Romero Rey para contarnos el milagro. Lo que sigue es su arrebatada declaración de amor a los dos músicos.

Puerto Rico es un pedazo de tierra rodeado de salsa por todas partes. Cada flecha de sus autopistas conduce a un lugar que el amante de la música antillana reconoce: Bayamón, Puerta de Tierra, Santurce, Monteadentro, Calle Luna, Calle Sol, Ponce de León, Trujillo Alto, Río Piedras. Si uno no es de Puerto Rico, es muy probable que pueda inventarse la isla gracias al sabor inobjetable de sus canciones. Ahora bien, si el viajero que arriba a San Juan es colombiano, tendrá que abrocharse muy bien los cinturones del alma, porque la agotadora sensación del déjà vu lo va a atacar desde que respire los primeros sonidos de su aire. No, no es la primera vez que uno desciende de un avión a esta descarga caliente. Uno ya ha estado allá mil veces. Uno ya ha bailado en este suelo. Uno ya se ha divertido en Borinquen, la tierra que quiero yo. Y en la Isla del Encanto lo saben. Si el que llega es, además, caleño, la clave está marcada. Hay un brillito en la mirada, un saber de qué estamos hablando, un abran paso porque nos vamos de vacilón.

Era el final de una aventura. O, al menos, el inicio de un final. Entre el 19 de enero y el 5 de febrero de 2003, quien esto escribe, en compañía de los cineastas Sylvia Vargas y Marius Wehrli, terminábamos dándonos respiración boca a boca una aventura de dos años tras Ricardo Ray y Bobby Cruz, los reyes inconfundibles de Puerto Rico. Bueno. Reyes de Puerto Rico pero también de New York, de Venezuela, de Colombia a Panamá. Habíamos estado armando un rompecabezas que daría como resultado un extenso documental sobre sus vidas y milagros. Llegar a Puerto Rico representaba el cierre del primero y más importante de los círculos, puesto que se celebraban los cuarenta años de Richie y Bobby en su aventura musical (al igual que los Rolling Stones, el año anterior) y la grabación en vivo del disco número cien, en un elefantiásico concierto (que se convertiría en dos) en el coliseo Rubén Rodríguez de Bayamón. Me voy pa Bayamón a comer chicharrón. Ai na má. Na má qué decir. Allá llegamos. Del documental no hablaremos en estas líneas, porque de ello se encargarán las imágenes. Lo que me propongo es ensayar una respuesta para explicar por qué me gasté una fortuna en tiempo, paciencia, nervios y verdes, persiguiendo a dos músicos convertidos, a dos leyendas perdidas en la maraña de la historia, a dos pastores que persiguen ovejas de otro corral.

En otras palabras, estas notas pretenden abrirle un espacio a la memoria y tratar de racionalizar lo importante que ha sido para una generación la música de estos colosos de la salsa. La música de un pianista, arreglista y compositor sobrenatural, y de un cantante hierático, con una voz prodigiosa aún después de los 65 años. ¿Cómo se celebraron los primeros cuarenta años de Richie Cruz, Bobby Ray, Richie Ray, Bobby Cruz? ¿Cómo se grabó el disco número cien? ¿Cómo es este Dúo Dinámico en la tierra de sus raíces más profundas? Vamos a responder estas preguntas. Pero antes, un poco del pasado. Ahora vengo yo.


Si te contara

En 1965, cuando Ricardo Maldonado cumplió veinte años en el condado de Brooklyn, los Rolling Stones estaban preparándose para sacudir al mundo con el riff de “(I can’t get no) Satisfaction” y los Beatles eran los reyes de la comedia torciendo las estructuras del Shea Stadium. Ray Maldonado tocaba la trompeta, y su hermano Richie se comía el piano con desespero porque no quería perder el tiempo más en el Conservatorio de su barrio, ni se iba a desesperar inútilmente con los profesores de Juilliard School. Richie y Ray comenzaron a tocar juntos la música de su Puerto-Rico-del-alma, mezclándola con el jazz de sus mejores victorias nocturnas y con el sonido de las orquestas cubanas, tan impecable, misterioso y perfecto como siempre. And now, ladies and gentlemen, ¡la orquesta de Richie y Ray!... ¡Richie y Ray!... Ray hizo mutis, pero la orquesta se quedó siendo la de... ¡Richie Ray! El yin y el yang convertido en el yinyang, los siameses unidos antaño por el vientre materno ahora serían una sola cabeza y un solo corazón.

Richie había conocido en 1963 al malandro Bobby Cruz y le había enseñado pacientemente a tocar el bajo. Pero Bobby quería tirar por lo alto. Y sin pedirle permiso a Ricardo, aprendió a cantar. Al pianista, en un principio, le dio cierta indisposición, me imagino, porque él quería que se cumplieran sus órdenes desde que estaba muy joven. Pero Bobby no llevaba en vano la Cruz a cuestas y se logró colocar al frente de la orquesta, quieto, impávido, aquí estoy, aquí me quedo, aferrado a este micrófono y a estas descargas que me aprendí de memoria para no tener que compartir esto con nadie más. Ni con Chivirico Dávila, que estuvo alternando voces in the beginning, pero que luego seguiría su propio camino. El chivo no tiene nombre, bongó.

Comején fue el primer álbum y allí ya estaba todo. Desde la juvenil descarga “Viva Richie Ray”, donde se condensaban la esencia del pianista y el súcubo del cantante: megalomanía desenfrenada, arreglos impecables, pachuquería latina y letras convertidas en lo que deben ser: pretextos para llevar un ritmo. Claro que encantaba Ricardo. En ese disco (¿cómo se llamaba finalmente?, ¿Ricardo Ray Arrives? ¿Comején?, ¿Viva Ricardo Ray?) uno se fascina por el lado que quiera: con la inocente bacanería de “El mulato”, con la melcocha fatal del “Amor de juventud”, con el mapa fantástico de Cuba en la “Pachanga Medley”, con el mensaje fraterno de Ray Maldonado en “Brother Ray”, con el “Mambo jazz” al estilo moderno (de cuál modernidad estarán hablando, se preguntarán mis amigos, los que bailan pensando), con la sencilla genialidad de “Suavito”, con la ilusa “Si te contara” (¿será que el buen Ricardo sí pretendía que ella regresara arrepentida?), con la plaga del “Comején” y con la contundencia final de “Pa’ chismoso tú”. No había de qué quejarse. Ya todo estaba dispuesto para que el mito se inventase. Y Richie and Bobby se lo creyeron.


Que viva Cali, Cali, Chipichape y Yumbo

En la segunda mitad de los años sesenta, en la capital del departamento del Valle del Cauca en la República de Colombia la gente estaba dividida, no por clases, sino por la clase de música que escuchaba. Había festivales de arte que organizaba una apetecida argentina llamada Fanny Mikey. Ahí se escuchaba música clásica en el Teatro Municipal de la ciudad. Pero también existía el Teatro al Aire Libre Los Cristales, donde la Orquesta de Cuerdas de Cali alternaba sin prejuicios con las agrupaciones folclóricas. Existían aún las veladas donde se cantaban bambucos y pasillos alrededor de copas de aguardiente. Los melómanos de buena estirpe sabían de Bach, Mozart, Beethoven, Tchaikovski, Dvorak y Debussy, como debe ser en los ambientes más prestantes.

Sin embargo, nadie sabe cómo, o sí saben pero les da pereza recordar, de La Habana vino un barco cargado de... música popular antillana. Llegó al puerto pacífico de Buenaventura; luego de atravesar el Canal de Panamá, atravesó la franja occidental de la cordillera de los Andes y se instaló en los barrios populares de la muy tranquila ciudad de Santiago de Cali. Cuando los cubanos ya estaban muy bien ambientados en los tocadiscos de los prostíbulos locales, llegó el comandante Ricardo Ray con su lugarteniente Bobby Cruz, y las cosas fueron a otro precio. Cali levantó un estandarte de pasión a la música ardiente del pianista y sus notas encantadas.

Muchas descargas, decían las divinas niñas-bien de finales de los sesenta en los clubes de la burguesía local. No les gustaba Richie Ray. No les gustaba eso que se dio en llamar después salsa. Pero Ricardo siguió tocando y grabando descargas y solos y acelere y claves y ritmos y trompetas que se enredan en arreglos perfectos, como si fueran los ángeles y los demonios del Apocalipsis compartiendo micrófono con los poetas del desastre.

Ellos estuvieron en Cali en las Navidades del 68/69 y en las del 69/70, destruyendo la moral, las buenas costumbres, desconcertando con su música, Richie feliz frente a sus teclas, con un extraño parecido al maestro Antonio María Valencia, gozando en su piano de cola, mirando sin cesar a Bobby, inmenso y estático como una momia, moviendo tan sólo los labios y chasqueando de vez en cuando el pulgar y el dedo corazón de su mano derecha. Los nombres de Cándido, Ismael Maelo Rodríguez, Russell Farnsworth, Cocolía Rodríguez, Miki Vimari, El Pirata Cotto, se hicieron muy populares, popularísimos, entre los amantes de la música de Richie y Bobby. Pero, ante todo, el sonido inconfundible del piano de Maldonado (ya se sabe, “quien les toca no es Stravinsky”), sus trompetas bestiales, sus desnudos cueros, las dos voces siamesas de Ricardo y su Cruz, todo ello quedó en la memoria de los iniciados. Umberto Valverde comenzó a inmortalizarlos en su libro titulado, justamente, Bomba camará (como la canción que concluye el álbum Jala jala y boogaloo), y Andrés Caicedo pondría el punto final al homenaje con los delirios de arrepentimiento de su personaje Rubén Paces en la novela ¡Que viva la música!

Ricardo le había cantado a Amparo Arrebato, y ahora Cali le cantaba a Ricardo. Richie y Bobby, jurábamos los caleños, nos pertenecían. Pero Ricardo no volvió. Quedaron sus discos en 33 y en 45 rpm y algunos, como Bella es la Navidad, bailada en 45 cuando el disco era en 33, para que los danzantes sudaran como sólo Dios sabe. ¿Cuántos discos de Ricardo Ray y Bobby Cruz se habrán escuchado en Cali? Es mejor no calcularlo.

Colombia’s boogaloo

El tiempo pasa. Y los discos se rayan, así como la memoria. Pero los ídolos no nos quedan mal y le hacen piruetas a la muerte para poder seguir acompañándonos. 35 años después, después de Comején, 37 años después del coup de foudre, Richie y Bobby estuvieron en Bogotá en la gira promocional de su álbum Un sonido bestial (no confundir ni con El bestial sonido... ni con El sonido de la bestia), en el estadio El Campín el 17 de junio de 2000. A quien esto escribe siempre le había ido mal con Richie Ray. En 1978, cuando lo vi, los vi, en Cali por única vez, el señor Ricardo Maldonado y su fiel escudero estaban poseídos por la palabra divina y actuaban como teloneros (óigase bien) de un ex pandillero atracador de almas llamado Nicky Cruz. Ignoro el parentesco de este personaje con el cantante, pero no tuve la paciencia para permanecer en el Coliseo del Pueblo e hice mutis. Qué vergüenza. En aquel entonces debí reconocer que tenía los peores ídolos del mundo. El concierto era una mezcla de aleluyas y gemidos cuasirreligiosos, mezclados con algunas canciones de los álbumes Reconstrucción y Viven. A los puristas no les gustaban estos discos, pero yo tengo que reconocer que me entusiasman algunas canciones (“Algo diferente”, “La oportunidad”, “El rey David”...). Sin embargo, esa vez la experiencia era bastante deprimente: Richie & Bobby comenzaban cantando un temita denominado “Algo nuevo” en compañía de la Gran Banda Caleña. En efecto, algo nuevo. La acústica pésima, los arreglos rebuscados para nada, la energía deplorable. Cuando Nicky Cruz comenzó a lanzar sus aullidos triunfales a un Jesucristo que no me pertenecía, regresé a mi casa. Había perdido a Ricardo Ray y a Bobby Cruz, por culpa de Dios, para siempre.

Pasaron los años y yo me resistía a divorciarme de mi parejita. De hecho, nunca dejé de escucharlos en solitario y nunca dejé de murmurar para mis adentros: “¿Pero cómo es posible? ¡Si son unos genios! ¿Cómo es posible que en vivo sean una cosa y en los discos sean otra? ¿Serán unos impostores? ¿O será que Dios, en su divina omnipotencia, les quitó todos sus poderes musicales para castigo de los pecadores que los escuchamos?”. No encontraba la respuesta. Richie Ray y Bobby Cruz eran un par de fantasmas que sobrevivían en mi felicidad gracias a las gracias geniales de sus grabaciones. Nada más.

En 1987 regresaron a Colombia, peor que antes. Promocionando el álbum Más que vencedores, los músicos habían hecho versiones de sus grandes clásicos (“Sonido bestial”, “Bomba camará”, “Jala jala”...) ¡con letras místicas! Los diablos haciendo hostias. Decidí olvidarlos para siempre. ¿Cómo era posible que no se dieran cuenta de que la salsa y el proselitismo (sea de Rubén Blades, Celia Cruz o los Van Van) son como el agua y el aceite, como Stalin y Trotsky, como el sida y el amor? Era muy tarde para explicarlo. Era un caso peor que el de Cat Stevens (convertido ahora en Yusef Islam), que el de Robert Zimmerman (quien volvió al redil de la música para seguir siendo el inmenso Bob Dylan), que Yuri o, peor, que José José (convertido ahora en Sejo Sejo).

Pero no perdí la fe. Treinta y cinco años después, quizás siguiendo la nueva ola del renacimiento musical, gracias al cd y a las más recientes generaciones, los dos inmensos músicos (porque lo siguen siendo, ya lo van a ver) hicieron un gran concierto de resurrección en Puerto Rico en el año 2000, y el mundo volvió a bailar de alegría bajo sus notas. El resultado fue el álbum doble VIP, donde el bestial sonido de Richie y Bobby es un ejemplo patente de que la historia de Lázaro en el Antiguo Testamento es, en efecto, posible. Ellos han regresado con todo, guardando las debidas distancias. Porque una cosa es “La zafra” y otra “Cipriano”. Una cosa es “El diferente” y otra “Los fariseos”. Ambas pueden convivir en armonía si no se confunden los territorios. Pon cuidado si vas por el Guarataro.

Bueno, algo es algo. Un disco nuevo de la dupleta feliz es un pequeño regalo del Señor. Pero el premio sorpresa estaba por venir. Y vino, primero, directo a Bogotá al estadio El Campín, a la “Colombia de mis amores”. El 17 de junio de 2000, con Ismael Miranda, Pete El Conde Rodríguez (última visita a Colombia antes de su convergencia con la muerte), Henry Fiol y Cheo Feliciano, Ricardo y Bobby cantaron “Para ti Colombia”, “Agúzate”, “Sonido bestial”, “Gangán y Gangón”, “Jala jala”, “Juan en la ciudad” y “Ahora vengo yo”. Es decir, la titular, como dicen en el fútbol. En ese momento comenzó a gestarse la idea de indagar, desde adentro, en qué consiste la fascinación por la música de los dos puertorriqueños.

Puerto Rico me llama

Lo que sigue me lo salto. Lo que no me voy a saltar, ni por asomo, es la experiencia del concierto de los cuarenta años y los cien discos en Bayamón. Fue el primero de febrero de 2003. Una semana antes, cuando llegué con mis compañeros documentalistas a San Juan desde Miami, la boletería estaba agotada y hubo que organizar una nueva velada para el día siguiente. Así se nos informó en Viera Discos, el mítico almacén de salsa, en Santurce, cuyo lema es “si está grabado, lo tenemos”. Si usted, paciente lector, va a Puerto Rico en busca de salsa, tiene que conocer a Rafael Viera. Allá se reúne todo el mundo y todo el mundo te recibe con la felicidad a flor de piel.

Richie y Bobby llevaban en la isla varios días ensayando. Yo realmente creía que ellos ya habían tocado el cielo con las manos luego del legendario concierto del verano de 2001 en New York, en el Carnegie Hall, durante el Latin Jazz Festival donde compartieron escenario con la Sonora Ponceña, y Richie y Papo Lucca se trenzaron en un duelo de blancas y negras que sólo los que lo vivimos podríamos dar cuenta de su perfección. En aquella época, el documental en el que nos habíamos sumergido estaba rodando y, en sus imágenes, espero quede consignada con fidelidad la experiencia de ver a don Ricardo coronado en el Olimpo de los grandes músicos. Sin embargo, en Puerto Rico las sorpresas iban a continuar. Gracias al privilegio de andar cargando cámaras y equipos, pudimos ser testigos de los ensayos del concierto durante varios días y tuvimos la fortuna de oír temas que luego no serían incluidos en la maratón de los cuarenta años. Me refiero a canciones fundamentales de la época de la conversión, como el polémico “Adiós a la salsa” que, me imagino, fue omitido de la selección final de canciones por razones estratégicas.

Ya desde 2001 habíamos oído la idea de la grabación en vivo del disco número cien, con la presencia de otras grandes estrellas de la salsa de Puerto Rico y New York. La fecha inicial para la realización de esta fiesta tuvo que ser pospuesta, y nombres como el de Rubén Blades no pudieron participar en el homenaje. Sin embargo, los escollos fueron sorteados y Richie y Bobby, en compañía de toda su familia musical (donde se destacan Angie Ray, la esposa del pianista; Richie Viera, el productor, hijo de Rafael Viera; Luis García, el director musical, y una procesión de genios del sonido que va y viene, entra y sale, sin ningún rigor, pero con las pilas armónicas puestas), se lanzaron a la celebración.

La idea es que hubiese representación de cada una de las épocas en la vida musical de Los durísimos. La selección fue un problema pero, por fortuna, no se omitió ninguno de los nombres disponibles, y el resultado se sintió en el concierto que se extendió por más de cuatro horas. El público lo adivinaba así desde el momento en que comenzó a ingresar al coliseo de Bayamón con un fervor y un cariño que más parecía el de un rebaño de fieles que el de unos fanáticos de la salsa. Cuando la tarde languidece y la oscuridad se cierra en el cielo de Borinquen, comenzó la bacanal. Los músicos se acomodaron en la penumbra, Richie se instaló de pie frente a su piano eléctrico (de hecho, no se sentó nunca) y sin mayores preámbulos arrancó con los primeros acordes de “Comején”. Si usted conoce la canción, lector, sabrá lo que representa oírla en vivo, en especial el puente entre la primera y la segunda parte, cuando los vientos parecen alcanzar el cielo con las manos y, de un momento a otro, Bobby Cruz hace su entrada en escena y el mundo se mide, a partir de ese momento, en otro tiempo. Hoy se diluye el “huye pate’palo que viene comején” de la versión del álbum Décimo aniversario, pero no se ha perdido la sencillez sonora del elepé de cuarenta años atrás. Sin ninguna explicación, la orquesta se lanza con “Traigo de todo” de tiempos pasados. Aunque esta vez ya el cantante ni trae ron ni trae cerveza, sí trae los mismos arreglos y la misma felicidad, el mismo matrimonio entre cueros y trompetas. Allí, en medio de la emoción y el acelere, uno mira el escenario y trata de grabar en la memoria todo lo que sucede: Richie a la izquierda, comandando el ataque, con su entusiasmo inconfundible. Bobby al centro, inmutable, aunque esta vez yo lo notaba un poquitín más eufórico, haciendo mínimos pasitos de baile, chasqueando los dedos y sonriendo por encima de su nuevo peinado. Tras él, la sección de vientos, los cuatro coristas, el bajo eléctrico, los gigantescos percusionistas, la dirección musical de Luis García, todo ensamblado bajo las luces, ya no en la secreta intimidad de la sala de ensayos A Tempo, sino en la realidad de la comunión con sus devotos. Una vez terminado el segundo tema, un saludo rápido al Puerto Rico del alma y, sin dar tiempo a la respiración, siguieron con “Guaguancó raro”. Éste es el tipo de conciertos que me gustan, pensé, donde no hay que limitarse a los himnos archiconocidos, a los “catorce cañonazos bailables”, sino que uno se puede dar el lujo de disfrutar joyas como ésta, con sus complejos arreglos y sus descargas atravesadas. El solo de piano de Richie parecía calcado de la grabación original: versiones que se vuelven clásicas y en las que insisten mucho ambos compositores. “Si uno no le canta a la gente hasta el último respiro, hasta el último ¡sambumbia! que esté en los discos, te pueden matar”, me dijo Bobby alguna vez.

Que estamos en un concierto de remembranzas se adivina en el cuarto tema. El cantante habló de sus viejas épocas en New York y de la gente que los acompañó. Todo como pretexto para presentar el himno que nadie esperaba: la “Pancho Cristal” que tanto aman los que aman a Richie. A partir de ese momento, el público estaba en el bolsillo y el Dúo Dinámico había puesto las condiciones. Luego, Mr. Bobby Cruz dio una breve explicación sobre los orígenes del ritmo de “Jala jala”, sobre Roberto Roena y el Gran Combo, e hizo mutis. Richie se zambulló en su piano y martilló el inició de la canción para que todo el público saltara de sus asientos. El tema fue cantado por el solista Charlie Cruz, sonero de las nuevas generaciones, aclamado por las jovencitas. Acto seguido, el mismo Charlie Cruz improvisó pregones en una deliciosa versión de “Bomba camará”, donde ya no se habla del emba-jador del piano, sino que el cantante juguetea con las letras, contrapunteando el asalto de los teclados. Ovación cerrada. Cuando Charlie se fue, una pantalla comenzó a contar la historia de Richie y Bobby en el New York de mediados de los sesenta. Allí, con ellos, estuvo la hermosa Nydia Caro, la primera voz femenina que endulzó la pandilla. Nydia subió al escenario seguida del aplauso general del respetable. Ella, junto a Bobby, interpretó a dos voces el bolero “Yo sé que te amo”, y la lágrima brotó de los corazones que abarrotaban el coliseo de Bayamón. Nydia Caro tiene una sonrisa triste y franca que hace una perfecta combinación con el cantante. La nota melosa, como dicen por ahí, estaba puesta. Todos estábamos dispuestos a quedarnos a vivir en aquel tiempo.

Bobby volvió a tomar las riendas de su micrófono con “Juan en la ciudad” del álbum Algo diferente, quizás el tema más popular de su período religioso, junto a “Los fariseos”. Siempre suena muy bien y los espectadores lo reciben con entusiasmo profano; Borinquen no fue la excepción. Felices, satisfechos por dejar colar el mensaje del-que-sabemos, los músicos continuaron con el viaje a través de la máquina del tiempo. Regresaron los invitados. Luisito Carrión se unió a la fiesta. Al término de sus dos canciones, el comentario unánime era que se trataba del mejor de los solistas invitados. Luisito inició su turno con la legendaria “Cristóbal Celai” de Roberto Angiero, del álbum 1975, un clásico con homenajes a Johann Sebastian Bach. La canción es fuerte, de violentos golpes de timbal que el cantante recibe con estoicismo y sabe devolver con maestría. Tras el redescubri-miento de “Cristóbal”, Luisito Carrión se descarrió con una versión contundente de “Amparo Arrebato” que, para un colombiano colado en medio del delirio puertorriqueño, era más que un homenaje. “Pa Juanchito me voy, a pescar al río”, cantaban los coros, y yo me preguntaba si Luisito conocía las claves del tema, si Cali, Chipichape y Yumbo habían zumbado por sus venas. No importaba. El tema saltaba por los aires con la misma gracia y el mismo goce de la grabación original, insertada en tantas compilaciones. Luisito Carrión se dio por bien servido, y Amparo Arrebato ascendió a los cielos entre diamantes tropicales.

Siguieron las sorpresas. Si uno ha oído hablar de Richie Ray, ha oído hablar de Miki Vimari. Pero nadie había vuelto a saber de su existencia. La daban por muerta, la daban por una invención, la daban por un artificio de las grabaciones. Pues resulta que los productores del concierto la resucitaron para la escena. A pesar de que en un principio ella estuvo reticente, al final se dejó convencer y, hela aquí, en el coliseo cubierto Rubén Rodríguez, muy tímida, ya no como la Lolita impávida que adorna la contracarátula del Bestial sonido, sino como una mujer cargada de experiencias que regresa al escenario con recurrente modestia. Bobby la presentó con entusiasmo y ambos entonaron el bolero “Cuando me digas sí”, que todos coreamos con ella para darle confianza, para que se diera cuenta de que el tiempo de las canciones no es el tiempo de la realidad. Tras los aplausos, la orquesta comenzó con los acordes de “La Vimari”, el travieso himno que concluye la cara A del disco que la inmortalizó. Todo muy bien, todo sabrosito, el público se sentía ya instalado en la felicidad, pero no sabía, ni por asomo, de la tormenta de dicha que se le venía encima.


Vamos tocando como bestias

Ya llevábamos doce temas y quien esto escribe se estaba preparando para lo mejor. Días atrás, en la sala de ensayo, yo había tenido la fortuna de quedarme paralizado filmando y disfrutando los ensayos con los músicos originales de La Orquesta del Sonido Bestial. Así quedaron bautizados: José Hidalgo Mañengue, Charlie El Pirata Cotto, Polito Huertas, Manolito González, quienes habían ensayado solos, con Richie, y parecían una orquesta de cien músicos. Hacía cerca de treinta años que no se reunían y yo fui testigo del arranque. Se lanzaron sin papeles con una versión alucinante del tema insignia de don Ricardo Maldonado y allí fue Troya. El mismo Richie quedó con la boca abierta en el estudio. “Chicos, parece que no hubiera pasado el tiempo”, les dijo el que no es Stravinsky. Ese día, acomodaron los detalles para una versión de “La zafra” igual de escalofriante. Así que, la noche del concierto, yo estaba preparado para que el coliseo se hundiese en sus propios cimientos. Palabra de Dios. Sólo el hecho de verlos aparecer marcó la diferencia: Mañengue, conocido como “El alcalde de La Perla” (el barrio caliente de San Juan), con sombrero blanco y chaqueta alada, Manolito González con esparadrapos en los diez dedos, El Pirata Cotto con su ojo que sólo mira hacia adentro, Maelo Rodríguez entre el público, muy enfermo, los gritos cerrados de los espectadores incrédulos, la señal de Richie, el estremecimiento general y ¡zum! las trompetas de la felicidad rompieron el aire con el “Sonido bestial”, Miki Vimari en los coros, los viejos muchachos descargando como sólo ellos lo saben, la baba de la rumba, la agonía y el éxtasis, Richie Ray y Bobby Cruz bajando de los cielos, enseñándole a la eternidad quiénes son los dueños de las celebraciones.

Nadie lo podía creer: ver a Mañengue conversando con sus cueros, bailando, levitando, El Pirata dibujando serpentinas en el aire con sus baquetas, el cencerro de Manolito marcando la parada, era el punto final y el punto de partida para demostrar por qué diablos existe la magia infinita en la música de nuestros convidados. Por supuesto, siguió “La zafra”, con las voces de todos los intérpretes imitando los cuchicheos de las percusiones, y luego, escucha una canción allá por la seee-rra-nía ¡pum! el acabóse, canonizados estuvieron los buenos muchachos del pasado, bienvenidos al presente, Richie se los debía meter en el bolsillo y no dejarlos salir nunca: el concierto ya estaba más que justificado.

Pero esto no paraba, seguía y seguía, y los asistentes al templo, al tempo de Richie, Richardine, ya nos estábamos acostumbrando a que había que quedarse a vivir allí. Cuando se fueron los viejos maestros, siguieron los estrenos. Canciones compuestas especialmente para la fiesta. La primera se llama “Doña Catalina”, un tema críptico, con secretas y discretas alegorías religiosas. Pero con el punch que ya sabemos. La segunda se denomina “Chan chan”, que no tiene nada que ver con la canción que inmortalizaran Compay Segundo y la pandilla de Buena Vista. En este caso, se trata de un travieso lullaby que Bobby hizo a partir de los arrullos de su madre en la infancia. Sin objeciones. Los presentes seguíamos respirando a tumbos y esperando a ver cómo se podía superar lo vivido hasta el momento. Un nuevo invitado pasó al tablero con una canción que no visitaba la memoria de los amantes de (la música de) Richie desde hacía bastante tiempo: “El yambú”, incluida en el ya citado Décimo aniversario. Bobby la iniciaba y luego, cuando comienza el pregón, hace la segunda para Alex de Castro, otro de los cantantes de salsa convertido en pastor. Aunque en esta ocasión (y yo diría que por fortuna) el proselitismo se dejó a un lado. La concentración estuvo en el estribillo, en el aé, qué rico yambú, que sonó fresco y diáfano, para tranquilizar la respiración. Alex de Castro se encargó también de resucitar el hermoso “Guaguancó triste”, una de las primeras composiciones del entonces anónimo Rubén Blades, que Richie y Bobby incluyeron inaugurando la cara B del Bestial sonido. Una lástima que no la hubiese cantado el señor Cruz, el de la Santa Cruz. Sin embargo, los solitos saltones de Richie, que no descansa ni para tomar aliento, hacen las delicias de los remembrantes. De la tristeza, pasamos a la alegría de la “Bomba de las Navidades”, de nuevo con los coros de Miki Vimari, los pregones alucinados de los hermanos Sanabria y los espectadores deambulando por los resquicios del pasado.

Un nuevo impulso y vinieron los covers. Primero, el himno de Frank Sinatra convertido en “A mi manera” (entre los fans de Richie y Bobby, “My way” no existe: la canción es de nuestros héroes), con el duelo de voces entre los mismí­simos protagonistas de esta saga. De hecho, Ricardo Maldonado siempre le ha hecho la mejor segunda a su compadre. Pegadita, sacaron a la luz la versión de “Señora” que, según cuentan, poco entusiasmó en su época al autor, Joan Manuel Serrat, pues la reinterpretación de los nuestros terminó siendo mucho más popular en los países del Caribe. Ese ladrón que os desvalija de su amor soy yo, señora... Canciones que sirvieron de tránsito para luego entrar en un nuevo territorio fascinante: el trío de pianos de Richie con Papo Lucca, el líder de la Sonora Ponceña, y el gran Luisito Marín, una sorpresa prodigiosa del latin jazz. Entre los tres se encargaron de resucitar a “María Cervantes” y de reproducir eso que, en su momento, en el álbum On the loose, don Maldonado denominó la “Suite Noro Morales”. Los tres, que no se sentían en una competencia, ni leal, ni desleal, cumplieron con la cuota reposada y elegante. Reposada tan sólo por unos instantes, porque los que subieron acto seguido al escenario fueron las grandes ligas de la Fania All Stars: Johnny Pacheco, en la simbólica dirección musical, y el bajista Bobby Valentín, listos para lanzarse al vacío con la composición de Ray y Cruz para la constelación de estrellas de los setenta: “Ahora vengo yo”, con los solos y las descargas intactas. Luego, la dicha se consolidó con el tema “Hermandad Fania”, del cual se habían olvidado hasta los mismísimos miembros de la Vía Láctea de la salsa. Pacheco, lento y pausado, con sus canas plateadas, se encargó de dirigir un nuevo arreglo de un nuevo tema, especial para el cumpleaños: se llama simplemente “40 años”, con fragmentos de los grandes clásicos de don Ricardo. El laberinto sonoro recuerda al antiguo clásico “Bembé en casa de Pinki”, con sus jugueteos en los que una melodía le muerde la cola a la otra, para delicia de los que se encantan con los códigos cifrados. A estas alturas del partido, todos nos preguntábamos si la maratón musical iba a ser para toda la eternidad. Y la sensación se mantuvo con una canción más titulada “Celebrando el número cien”, con más citas y más homenajes extasiados. La ovación fue total al fin de la francachela, y aún hubo tiempo para que Bobby se envolviera en la solitaria estrella de Puerto Rico e interpretase “Mi bandera” para agradecer con creces tanta dicha y tanto frenesí.

Los espectadores, los ángeles, los querubines, todos, salimos aullando de felicidad. Richie y Bobby hicieron mutis por el foro, listos para repetir la dosis al día siguiente, aquí estamos, señores, diferentes pero iguales, con tinte en los cabellos pero con sonrisas en el alma, no se vayan que al final la vida sigue igual. Azucaré y bongó, Richie ya llegó. El día que usted se muera quiero que todos lloren, murió el rumbero mayor, el hombre de mil amores. Colorín colorao, cuento acabao.
Bueno, quedaron faltando “El mulato”, “Pachanga Medley”, “Pa’chismoso tú”, “No me dejes”, “Swedish Schnapps”, la perfecta “Cabo e”, el himno “Lo altare la arache”, mi favorita “Gentle Rain”, “Tin marín”, “Iqui con Iqui”, “Vive feliz”, “¡Ay compay!”, “A jugar bembé”, “Ricardo y Chaparro” (nunca la explicaste, Bobby, nunca la explicaste), “El Abacuá”, “Wakamba”, “Aé cumayé”, “Feria en Manizales”, “Que se matan tres”, “San José”, “El conde”, “El cencerro de Shingaling”, “El guaguancó”, “Mambo en París”, “Yo soy Babalú”, “Agallú solar”, “Guaguancó in Jazz“, la saga de “Juan Sebastián”, “Chiviriquitón”, “La timba”, “La oportunidad”, “El rey David”, “Adiós a la salsa” (¿todavía lo crees, Richie?), “Baba Coroco”, “Mírame”, “Seis chorreao” en 45, “Bella es la Navidad”, “La lluvia”, “Siguaraya”, “Yényere”, y así. Y así. Qué pena que falte tanto, Ricardo Maldonado y Bobby Cruz. Pero los fanáticos tampoco nos damos nunca por satisfechos. Nos veremos en el cielo, porque allá nos espera otra jam session. ¿Será que puedo pedir alguna?

Hay más, mucho más: la verdadera historia de Gangán y Gangón, los hermanos gemelos de Bobby, policías ambos. Los secretos de don Pacífico Maldonado, el padre de Richie, aún vivo. La vida y milagros de las iglesias de las dos super-estrellas. Las películas perdidas. La colección de ropa de Bobby Cruz (¡sí, hay una Bobby Cruz Collection!). Los misterios aún no resueltos. En fin. Guardemos material para las imágenes. Por lo pronto, quedémonos con la música, que es lo único que, en última instancia, justifica todos los medios
5/11/20120 COMENTARIOS

Bobby Cruz: "La Salsa no morirá pero irá cambiando"



Fuente: RPP; Perú

Bobby Cruz, una de las voces autorizadas de la Fania All Stars, conversó con RPP Noticias sobre la presentación de la agrupación salsera el próximo 23 de noviembre en el Estadio Nacional y, entre otras cosas, habló del futuro de la salsa y del reggaeton.

“Musicalmente el reggaeton es más simple que la música latina, que la salsa; pero también es la música de la juventud”, dijo Cruz, quien tiene una canción en clave de reggaeton, junto a su amigo y compañero de escenario Richie Ray, llamada “La vieja reguetona”.

En ese sentido no tuvo palabras negativas para este tipo de música a la que definió como “un estilo musical con raíces en el rap neoyorquino”, pero que incluye una forma de mover el cuerpo, de hacer señas con las manos, de bailar, que encanta a la juventud.

“Yo no soy amante del reggaeton”, reconoció Cruz; sin embargo, contó que escribió “La vieja" por un suceso: fue a ver a un grupo de reggaeton que tenía entre sus asistentes una señora mayor de edad, que gozaba con este género musical.

Sobre la posibilidad de componer una canción en reggaeton Cruz dijo que “la podemos hacer musicalmente hablando porque es más fácil crear eso que hacer salsa, pero no podemos realizar los movimientos que hacen ellos. No se vería bien a nuestra edad.

Sobre el concierto que ofrecerá junto a la Fania All Stars, Cruz calificó el espectáculo de “electrificante”.

Sostuvo que estarán sobre el escenario los grandes de la salsa de los años 70 como Cheo Feliciano, Ismael Miranda y Rubén Blades, entre otros. “Es la gente que lanzó el género llamado salsa al mundo entero”, dijo orgulloso.

Consultado sobre el futuro de la salsa pesada, dura o gorda, el cantante reconoció que a medida en que se vayan muriendo los intérpretes de la Fania, la salsa irá menguando; pero se mostró optimista en que este género irá evolucionando y cambiando con el aporte de la gente joven.

“La salsa no va a morir, la música del Caribe, de Cuba, de Puerto Rico, de Santo Domingo, no va a morir nunca, pero sí va a sufrir cambios”, dijo. “La salsa aporta y seguirá aportando. Muchos jóvenes que admiran a la Fania harán que el género no muera”, acotó.

Además, Bobby Cruz recordó la amistad que lo unía al maestro Jairo Varela, fundador del Grupo Niche.

“Tuvimos una gran amistad puesto que la música que hizo el Grupo Niche se basó en la música de Richie Ray y Bobby Cruz. Es como escuchar la música de nosotros. Hicimos una gran amistad, inclusive pudimos estar con él unos meses antes de que muriera”, señaló.

Cruz recordó al público peruano con cariño porque fue el primero, junto al colombiano, en recibir con mucha atención la música que junto a la Fania hicieron en los inicios, cuando aún no se llamaba “salsa”.

“Grandes grupos de peruanos en los Estados Unidos venían a escuchar la música de nosotros, nunca la bailaban, la música de nosotros gustó en Nueva York y a los latinoamericanos que vivían allá”, recordó.
26/7/20110 COMENTARIOS

Joe Arroyo recibe los Santos Oleos


Se deteriora estado de salud de Joe Arroyo

El arzobispo auxiliar de Barranquilla, monseñor Víctor Antonio Tamayo, impuso este lunes por la noche los santos óleos al cantante caribeño Joe Arroyo, quien desde hace 29 días permanece internado en la Clínica La Asunción.

“La verdad es que vi al Joe bastante malito. Por un rato estuve con él y sus familiares rezando por su salud y le apliqué la unción de los enfermos, que es lo que se hace en estos casos”, señaló monseñor.

El cuerpo médico de la clínica asistencial emitió este lunes, en la tarde, un comunicado reportando el deterioro en el estado de salud del maestro por cuenta de una “ falla multiorgánica, por lo que es asistido con drogas vasopresoras”. Sin embargo, por ahora sigue con la presión arterial baja y continúa en programa de diálisis diaria y asistencia respiratoria mecánica.

Arroyo fue sometido el pasado martes a una traqueotomía con el fin de mejorar su respiración y evitar que su voz sufra algún tipo de daño por cuenta del respirador artificial.


Richie Ray y Bobby Cruz rinden tributo a Joe Arroyo Fuente: El Telégrafo, Ecuador
Haber forjado una amistad de veinticinco años es solo una de las razones que motivaron a los salseros Richie Ray y Bobby Cruz a grabar un disco tributo a Joe Arroyo. Así lo aseguraron en su visita al país en una entrevista realizada por este diario.

Bobby cuenta que conocieron al salsero, que se encuentra sedado y sufre de neumonía, en un concierto en el estadio Camping de Bogotá, en el que el artista celebraba sus 25 años de carrera.

“Creemos con Richie que nosotros estamos mejor capacitados que otros para rendirle un homenaje a Joe, porque conocemos su música y él ha sido un gran admirador de la nuestra”, indica el cantautor, de 74 años. De hecho, asegura, la música que canta el intérprete colombiano se parece mucho a la de ellos.

Richie relata que la idea de hacer el disco nació hace dos años cuando un amigo en común, el locutor colombiano Lennin Martin, les sugirió hacer el tributo. Fue antes de que en Colombia grabaran la telenovela “El Joe” que, en Ecuador, TC Televisión transmite de lunes a viernes.
“Inicialmente la idea era contar con Joe en las grabaciones, pero en vista de lo delicado que está no se dio”, dice el músico, de 66 años.

Richie explica que aunque el intérprete de “Rebelión” no estuvo presente él está representado en el disco. “Lo que hicimos fue sacar su voz de otras producciones, para juntarla a la de Bobby en temas como ‘Rebelión’, ‘La noche’ y ‘Ausente’. En la producción además se podrán escuchar muchas frases que Joe hizo famosas. A mí me parece que va a gustar mucho, porque es fiel al original, pero con algunas cosas nuevas”, agrega.

Los músicos preparan para agosto una gira de promoción del material que grabaron en Discos Fuentes.
Otros de los proyectos que alista el dúo para finales de este años es la producción de una película sobre sus vidas. “Va a ser diferente a otras historias de músicos. En ella se demostrará que a pesar de los años y haber empezado en el mismo lugar que otros salseros están locos y algunos están muertos, nosotros hemos logrado estar saludable y cuerdos. Esta tiene redención, porque termina con algo positivo”, adelantan Richie y Bobby, quienes impusieron en el 60 el género de la salsa.

Eso lo dicen por su conversión en cristianos. Bobby cuenta que hace 40 años reconstruyeron sus vidas. “En febrero de 1974 Dios le habló a Richie. Él estaba pasando por una mala relación amorosa, pensaba matar a la muchacha, pero Dios le habló y le dijo que no lo hiciera porque tenía un plan para él y para la muchacha. Me lo conversó a mí y pensé que se había metido mucha marihuana esa noche.

Después de eso lo boté de la orquesta y busqué a otro pianista. Ese mismo ser supremo que le habló a mi amigo lo hizo conmigo en noviembre. Cuando Dios se me presentó me dijo que él nos había hecho famosos y que ahora nos iba a enviar con la gente que nos había escuchado, pero para que le habláramos de Él”, dicen los músicos que tras su conversión grabaron “Reconstrucción”, un disco cristiano.
16/2/20110 COMENTARIOS

Lizzie Lizzie con "Los Durísimos"


Fuente: El Nuevo Día, Puerto Rico. Por Damaris Hernández Mercado

Para la cantante cristiana Lizzie Lizzie el título de su nueva producción “Indescriptible” resultó el nombre perfecto para su junte con los denominados “Reyes de la Salsa”.

Y es que la vocalista con cinco años de trayectoria, aún no concibe cómo pudo grabar una producción musical con los veteranos Richie Ray & Bobby Cruz. Para la intérprete puertorriqueña, radicada en Florida, es un “sueño del cual no desea despertar”.

El encuentro entre Bobby y Lizzie se dio de manera casual durante una entrevista radial en Florida. Allí, mientras la cantante esperaba para ser entrevistada, Cruz escuchó el tema “Amor Platónico” que Lizzie grabó en un álbum anterior (Quién soy yo) en honor a una de la canciones más emblemáticas de “Los Durísimos”, Juan en la ciudad.

“Él lo escuchó y yo estaba asustada. Al terminar. Él (Bobby) preguntó: ‘¿quién está cantando? Quedó muy bonito y me gusta su voz’. Mi esposo le hizo el acercamiento para grabar Juan en la Ciudad, pero con Richie Ray & Bobby Cruz, porque de lo contrario no sería Juan en la Ciudad. De lo que iba a ser un tema, entonces grabamos más. Aún no he despertado, esto es un gran sueño, no me lo creo”, recordó la vocalista cristiana que en su más reciente proyecto discográfico integró once temas en los géneros de merengue, bachata, salsa y bolero.

Por su parte, Cruz enfatizó que quedó muy sorprendido con la “voz melodiosa” y el talento de Lizzie, pero lo más que le impresionó fue la calidad musical de sus producciones anteriores.

“Es un trabajo muy profesional. Lo que escuché era bueno. No tenía nada que temer en hacer algo que la calidad no fuera la esperada”, precisó Cruz, quien como compositor aseguró que sólo escucha música clásica y jazz para no contaminarse con otros estilos musicales.

Aunque la vocalista cristiana reconoce que en el género del merengue es donde más cómoda se siente, grabó cuatro temas con los “Reyes de la salsa” en salsa y boleros. Estos son: Juan en la ciudad, Hombres, Tengo Derecho y Romance perfecto, éste último primer sencillo promocional.

De lleno en el Pop rock

Este proyecto no es el único que Richie & Bobby realizan con la cantante cristiana que asegura ser sanada de meningitis, tuberculosis y el síndrome de Antifosfolípidos por la gracia de Dios. En las próximas semanas comenzarán a grabar una producción de Pop rock cristiano. “Esto será algo nuevo y engrande”, concluyó Cruz



Fuente: Primera Hora, Puerto Rico. Por: Frances Tirado

La merenguera sacra Lizzie Lizzie se siente como si estuviera en un sueño, tras haber tenido como invitados en su disco Indescriptible al insigne dúo salsero Richie Ray & Bobby Cruz, de quien es admiradora.

Este junte se dio gracias a la gestión del esposo y manejador de la vocalista, Rubén Arvelo, quien no sólo logró que Bobby Cruz se presentará en su programa radial El expreso de la tarde de Radio Revelación 88.1 FM, sino que también le hizo el acercamiento para grabar un cover de su clásico Juan en la ciudad, y terminó participando en su disco.

“Yo todavía no me lo creo. Todavía no me cae el 20, no me siento en la realidad. Éste es el comienzo de grandes cosas que van a suceder”, manifiesta la cantante.

En cuanto a su disposición para cantar con Lizzie Lizzie, Bobby Cruz asegura a Primera Hora estar “muy viejo para eso (celar su música para grabarla con otras figuras). Tanto a Richie como a mí nos gusta trabajar”, sostiene.

“Trabajar con ella es fácil, lo que ella necesita es exposición y nosotros se la vamos a dar”, dice al tiempo que reitera que en un pasado tanto él como su compañero musical lo hicieron con Nydia Caro en el álbum Los durísimos y yo; y con Vicky Vimarie en cuatro producciones musicales.

Hombre, Juan de Dios, Romance perfecto y Tengo derecho son las letras de Richie Ray & Bobby Cruz que Lizzie Lizzie ha incluido en su proyecto musical para el cual también ha trabajado Bonny Cepeda.
20/8/20100 COMENTARIOS

Richie, Bobby y la Sinfónica con "Salsa Clásica" en Octubre

Fuente: Primera Hora, Puerto Rico. Por: Melba Brugueras

“Estamos eléctricos y venteao’s. Nuestra música se va a tocar con la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico, y eso es un gran orgullo”.

Con estas palabras Richie Ray, en compañía de su inseparable colega en la música, Bobby Cruz, anunció hoy el concierto Salsa clásica en el que se juntan estas dos potencias de la música. El espectáculo responde a una producción de la propia Orquesta Sinfónica de Puerto Rico.

Pero no será uno, sino dos conciertos y se efectuarán los días 23 y 24 de octubre en la Sala Sinfónica Pablo Casals y la sala Antonio Paoli del Centro de Bellas Artes Luis A. Ferré (CBA), respectivamente.

El veterano dúo salsero consideró este acontecimiento como “un piloto” ya que, no descartan la posibilidad de repetir la hazaña luego de estas dos funciones en el CBA en San Juan.

Para el productor Rafo Muñiz, representante artístico de Richie Ray y Bobby Cruz, Salsa clásica es mucho más que un “proyecto innovador”, sino más bien “un junte histórico”, repitió.

Estos maestros salseros se consideran “los diferentes” dentro del núcleo de la música tropical y entienden con que con este concepto estarán rompiendo los moldes “y empujando los límites”, expresó Richie Ray.

“Con este concierto, sin duda alguna, vamos a someter a los destacados músicos de la Sinfónica al masacote. Esta gente de la Sinfónica va a tener que apretar”, agregó Bobby Cruz.

En Salsa clásica el sonido de Richie Ray y Bobby Cruz se escuchará dentro del marco sinfónico.

“El concepto gira en torno a nuestra música. Ellos se integran a nuestra música, no es que la Sinfónica va a tocar nuestros números a su estilo”, aclaró además Cruz.

Roselin Pabón, director asociado de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico, catalogó este acontecimiento musical “como un gran reto para la Sinfónica” al tiempo en que expresó su admiración por el dúo de salsa.

“Nosotros nos vamos a integrar a Richie y a Bobby de hará de forma creativa, orgánica. Será un encuentro fantastic entre ejecutantes”, agregó Pabón.

Para Melissa Santana Frasqueria, directora ejecutiva de la Corporación de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico y de la Corporación de las Artes Musicales, estos espectáculos “representan un paso innovador para la Corporación”.

Rafo Muñiz, antes de concluir una conferencia celebrada para anunciar el evento musical, no descartó la posibilidad de grabar el concierto en devedé y disco compacto.

“Estamos en eso y ojalá se pueda”, expresó el productor al respecto.

Richie’s jala jala, Sonido bestial, La zafra, Agúzate, Fuga, Yo sé que te amo, El diferente y Mi bandera serán tan sólo algunos de los temas que se tocarán en Salsa clásica.
21/2/20100 COMENTARIOS

Nuestra entrevista a Richie Ray

El Salsero: Amigos de La Radio de El Salsero tenemos a otra leyenda de la Salsa con nosotros, una figura cuyo nombre está en la historia del género desde hace más de cuatro décadas, ya casi cinco. El es toda una personalidad y un virtuoso de su instrumento.

Para mí es un gusto darle la bienvenida a La Radio de El Salsero, para el Perú y para el mundo, a “El Piano de las Américas” el genial Richie Ray.

Maestro, bienvenido a La Radio de El Salsero..

Richie Ray: Un saludo a todos los amigos de El Salsero, siempre es un gozo compartir y yo sé que los peruanos tienen un lugar especial en el corazón para la Salsa así que les quiero mucho.

E.S: Richie, primero que nada saludarte, porque sabemos que hace muy poco estuviste de cumpleaños, el día 15…

RR: Sí, cumplí 65 años y gracias a Dios seguimos tocando, seguimos en la Música seguimos en la Salsa Gorda y con mucha buena salud y estamos contentos…

E.S: Hace unos días estuvimos viendo a través del Internet tu presentación en los Carnavales de Barranquilla y queríamos felicitarte pues la orquesta de Richie Ray y Bobby Cruz fue merecedora del Congo de Oro en el Festival de las Orquestas del Carnaval.

R.R: Sí, estuvimos ahí y siempre que uno va en tiempo de Carnaval todos los grupos participan en ese evento.


Nosotros tocamos ahí porque queremos cooperar con el pueblo y esa tradición que tienen por tantos años. Verdaderamente no esperábamos que iba a salir, porque ya lo habíamos ganado anteriormente, así que estamos contentos.Tenemos una relación muy especial con Barranquilla, fue el primer lugar en el que entramos en Colombia en el año 65 o 66 por ahí, muchos años atrás…y hay una tremenda relación con Colombia y con toda esa área no?; así es que nosotros los amamos mucho a ellos y ellos también a nosotros.

E.S: ¿Te acuerdas cuántas veces has ganado el Congo de Oro?

R.R: Creo que por lo menos ya son tres o cuatro veces (Risas)

E.S: Y como tú bien decías, Barranquilla es muy significativa para la orquesta de Richie y Bobby porque fue la primera ciudad a la que llegaron en Colombia

R.R.: Sí, como que caímos en Barranquilla en un momento crucial. El que conoce la historia sabe que nosotros comenzamos a experimentar con un ritmo que se llama Boogaloo y ahí nació el Latin Boogaloo y después de eso, cuando todo el mundo comenzó a tocar Boogaloo nosotros seguimos experimentando con diferentes cosas y ahí evolucionó lo que eventualmente se llamó y se sigue llamando Salsa.

Fuimos verdaderamente inspirados por la manera que a los colombianos le gusta su música. Ellos saben más de nosotros que nosotros mismos, son detallistas en cuando a la música, quién tocó la trompeta, quién tocó el bajo, en que año se grabó, en qué CD, en qué disco salió y como Usted dice fue muy significativo ese viaje allá y la relación con esa ciudad ha seguido hasta el día de hoy.

E.S: Y no solamente con Barranquilla sino con Colombia entera. Ahí está el disco que dedicaron a esa figura del baile que fue Amparo Arrebato

R.R: Sí, luego vino la invitación para Cali y en Cali fue que conocimos a Amparo Arrebato y ahí seguimos a Bogotá y hemos visitado muchísimas ciudades en Colombia. Pero a la vez nos fuimos dando a conocer en el área y también visitamos Venezuela , Perú y Panamá y mucho países por ahí

E.S: Y para cerrar el círculo con Colombia, también por esa época le dedicaron un tema a la Feria de Manizales

R.R: Sí; le hicimos un temita a la Feria de Manizales también, siempre nos gusta de vez en cuando tirarle una canción a los diferentes pueblos pues la gente se motiva y después lo invitan a uno…

E.S: Richie, Perú está muy cerca de Colombia y nosotros nos hacemos la ilusión de que así como has estado esta semana en Barranquilla, puedas estar de nuevo a corto plazo con Bobby Cruz en el Perú.

R.R: A nosotros nos encantaría. A Perú hemos ido a nivel popular y a nivel cristiano, de las dos maneras, así que hemos ido en el pasado y no veo por que no podríamos ir en el futuro cercano.

E.S: Yo recuerdo tu presentación en el Estado de San Marcos y la más reciente en el Festival Chimpun Callao con Bobby Cruz y con Lucho Cueto y la orquesta de NY

R.R: Exacto. Ahí se hizo un video y lo han difundido por Youtube por todo el mundo. Yo creo que más gente ha visto ese concierto que ningún otro video de nosotros.

E.S: Nosotros confiamos en Dios de que pronto te tengamos nuevamente con Bobby aquí en Perú.

R.R: Amen. Yo soy muy conocedor de que al peruano le encanta la Salsa, la disfrutan y son muy conocedores de lo que está pasando en este ambiente así que nos encantaría ir de nuevo y compartir con todos los peruanos.

E.S.: Ojalá se cumpla esto, Dios mediante. Richie, la otra inquietud por la que te llamábamos es el fallecimiento de un integrante de tu orquesta como fue Ismael “Cocolia” Rodríguez. ¿Qué recuerdas de este trompetista que estuvo varios años en la orquesta de Richie Ray y Bobby Cruz?

R.R: Sí, el es el trompetista que toca en el disco de El Sonido Bestial y otras grabaciones.



Estuvo con nosotros varios años, era un tremendo “primera trompeta” y era un líder, una mano derecha para nosotros. Tocó con muchas orquestas conocidas, como Cesar Concepción, creo que formó parte de La Selecta por algún tiempo y varios otros grupos. Era todo un personaje, tenia una personalidad muy “echada pa’lante”, muy atrevido, bueno, perfeccionista como trompetista y la noticia fue muy triste para nosotros. Según tenemos entendido sufría de diabetes y entonces por ahí fue que vino el problema, no es que estuviera mal pero parece que tuvo un desbalance ahí y se le fue de control.

E.S: Un sello distintivo de tu orquesta fue siempre el dúo de trompetas empezando pues por Ray Maldonado, tu hermano, que fue la primera trompeta en aquellos primeros discos en Fonseca estaba con Harry Hall

R.R: Sí, Hary Hall…

E.S: Y luego pasaron por tu orquesta trompetistas como Larry Spencer y Manny Durán, aunque creo que la dupla más popular de trompetas en la orquesta en esa época fue cuando estuvieron Adolfo Doc Cheatham con Pedro Rafael Chaparro

R.R: Sí, ese fue el dúo que hizo grabaciones y que verdaderamente nos dio el sonido característico de nosotros porque Pedro Rafael Chaparro era una primera trompeta sumamente fuerte y Adolfo Doc Cheatham tenía una segunda bien dulce y él hacía los solos, los solos de trompeta famosos que él hacía y se dieron a conocer mucho.

E.S: Cuando tú integraste a “Cocolía” fue cuando regresaron de New York a Puerto Rico y algo muy curioso fue que cuando tú armas tu nueva orquesta, los dos trompetistas se llamaban igual Ismael Rodríguez, uno era “Cocolía” y el otro era “Maelo”, no?

R.R: Exactamente, los dos tenían el mismo nombre y qué coincidencia de la vida los dos murieron de la misma cosa, la diabetes…

E.S.: Caramba, yo también recuerdo que de la última vez que estuvo “Cocolía” contigo ya van a ser diez años en el Día Nacional de la Salsa en Puerto Rico después que tú con Bobby se habían retirado unos años de la música popular y allá por el 99, regresaron, se volvieron a juntar y en Marzo del año 2000 se vuelven a juntar Richie Ray y Bobby Cruz. Hay un momento en que invitan a todos los integrantes de aquella orquesta del Bestial Sonido y suben Mañengue, Polito Huertas y entre ellos sube “Cocolía” a la tarima.

R.R: Exactamente, ese día se reunió de nuevo lo que quedó denominada como la orquesta del Sonido Bestial y fue un momento bien alegre para nosotros.

E.S: Richie, algún recuerdo en especial sobre “Cocolía”, algo que puedas compartir con los seguidores de La Radio de El Salsero.

R.R: En este ambiente de la música muchas veces las relaciones familiares sufren mucho por los viajes, las tentaciones y la mala vida que va con este asunto; se me viene a la mente la tremenda relación que tenía con su esposa, que es una bella persona y con toda su familia, Era un hombre de hogar, de familia y siempre me impresionó eso, que él tenía mucha seriedad en cuanto a ese tipo de cosas.


Acuérdate que para aquel tiempo no éramos cristianos ni nada y se veían tantas cosas, pero él fue una persona que tenía su situación con su esposa y sus hijos bajo control de una manera muy linda. Eso me impresionó de él y siempre fue una persona muy positiva, entre él y Bobby tenían muchos chistes.

Bobby es muy chistoso también, una actitud muy positiva, una fuerza muy positiva en todo lo que hacíamos en la orquesta.

E.S: Una última pregunta, me dices que Cocolía ingresó en la época del Bestial Sonido, ¿hasta qué año estuvo en la orquesta?

R.R: Yo diría más o menos hasta tal vez un poco después de la conversión de nosotros, tal vez por ahí por el 76 ó 77.

E.S: Queremos agradecerte por estos minutos tan generosos que nos has dado, sabiendo que estás por partir a Chicago. Gracias por la semblanza de la presencia de Ismael “Cocolía” Rodríguez en tu orquesta y de nuevo felicitarte pues por este reencuentro en Barranquilla con el Congo de Oro. Queremos dejarte para tu saludo para la gente salsera especialmente del Perú, que siempre te recuerda y te respeta por todo lo grande que has hecho como ser humano y como músico. Para mí ha sido un honor haber estado comunicado contigo y te dejo para tus palabras finales.

R.R: Bueno, le doy Gracias a Usted y a todo el público de El Salsero y quiero decirles que sigan adelante con la Salsa, sigan disfrutando la buena música. Hay un resurgir de la Salsa gorda como era antes, les damos Gracias por el apoyo a través de tantos años.


Jamás pensamos que estuviéramos aún vigentes, pero gracias a los “fans”, a la gente que sigue la música podemos seguir trabajando en esto que amamos tanto.
Además, tengo que decirles que hubo un cambio grande en mi vida, donde abrí mi mente y mi corazón a Dios. Dios entró en mi vida y mi vida cambió y ahora puedo disfrutar de todas estas cosas tan bellas de una manera muy sana.

Estoy felizmente casado y saludable, yo tengo 65 años, Bobby tiene 72 años pero estamos ahí, renovados como cuando teníamos 22 o 23 años Gracias a Dios y creo que va a haber Richie Ray & Bobby Cruz y Salsa para largo tiempo.
Gracias por todo y que Dios me los bendiga

E.S: Así sea, Muchas Gracias Maestro….

R.R: Gracias…

Entrevista por: Eduardo Livia Daza
Transcripción por: Norma Livia Daza

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